Los artistas nacen o se hacen

Actualmente el arte es un elemento que nos acompaña casi en todo momento de nuestra vida. Desde los cuadros y esculturas que podemos ver en un museo, la música que escuchamos, la decoración en nuestras casas o mucha de la publicidad que consumimos. Todos estos ejemplos tienen un componente artístico. Vivimos rodeados de arte y por consiguiente una gran cantidad de personas dedican su tiempo a generar esta clase de contenidos que podemos considerar, en mayor o menor grado, obras de artísticas. Pero ¿qué son estos individuos?, ¿son artistas?, ¿son genios que se diferencian del común de los mortales? Para poder responder a estas preguntas y poder comprender en mayor medida el mundo del arte y a los artistas, es necesario profundizar en su historia, su naturaleza y a su vez tratar de entender lo mejor posible a estos creadores. Para conseguir esto la sociología es una de nuestras mejores herramientas.

 

Para empezar ¿qué es un artista?, ¿se ha percibido esta etiqueta siempre de la misma forma?

Como presenta Janet Wolff en “La producción social del arte”, en el renacimiento tuvo lugar un gran cambio en la forma de producción artística, pasando de depender completamente de los gremios, donde se generaban productos con una estética muy similar en todos los talleres, a aparecer el genio creador como una persona individual que aportaba su marca personal a su obra, distinguiéndola de las de otros individuos. Es importante aclarar que de ninguna manera esto fue el final de los gremios y en muchas ocasiones estos nuevos creadores tenían una serie de ayudantes o aprendices, de manera que no necesariamente hacían todo el trabajo solos. A pesar de esta transformación, seguía tratándose de artesanos con mayor o menor renombre y en muchos casos, gozaban de gran reconocimiento y respeto en altas esferas sociales, aunque seguían trabajando bajo pedido y con muy poca libertad creativa. Esto último difiere con la concepción actual del artista como individuo independiente que concibe, genera y experimenta, que busca nuevos códigos para comunicarse y que en muchos casos explora la controversia en su trabajo.

Esta considerable diferencia entre la concepción del artista de antaño, y de la que percibimos actualmente, nos deja ver de forma muy clara que la idea de artista ha ido cambiando a lo largo de la historia. Entonces, ¿cómo podemos entender realmente qué es el arte? ¿y la verdadera naturaleza del artista? ¿son los artistas una especie de “mesías” de la creación y la creatividad?

 

Para arrojar algo de luz a estas cuestiones estudiaremos, a que llamamos arte y cómo podemos diferenciar un objeto cotidiano de un objeto artístico. Para ello es de gran ayuda conocer el trabajo de Joan Campàs. En su conferencia “Per què un objecte es pot considerar obra d´art?” Campàs nos ofrece una serie de reflexiones que aclaran la diferencia entre estos dos tipos de objetos. Según lo que en esta charla se expone, entiendo que hay dos modos principales de deducir qué hace que un objeto tenga la cualidad de ser artístico. La primera opción es la más subjetiva. Nos habla de tres elementos, la intencionalidad del artista que crea un objeto con una perspectiva artística, el propio objeto que puede tener cualidades estéticas o simbólicas que inspiran una serie de sentimientos en quien lo observa, y la mirada del espectador que sería quien lo interpretaría de forma individual y subjetiva. Esta reflexión es perfectamente válida, pero nos plantea un problema. Según esta concepción, lo que una persona puede considerar una obra de arte podría no tener ningún valor artístico para otra. Necesitamos pues otra manera de acotar esta cuestión para llegar a un acuerdo más general.

Más adelante se habla de la teoría institucional, que resumiéndolo muy brevemente, intenta decir que todo aquello que las instituciones artísticas o actores importantes de ese mundo consideren arte, será arte. En un primer momento esta teoría puede generar rechazo, es muy fácil decir que lo que un museo diga que es arte, es arte y ya está. Pero si reflexionamos sobre ello, le encontramos un sentido, sobre todo si lo analizamos desde un punto de vista sociológico o histórico. Campàs menciona cómo en el barroco, las instituciones religiosas, encargadas de la creación de gran parte de las obras artísticas, escondía o destruía obras románicas porque en ese momento no lo consideraban bonito. En cambio, aceptaban el estilo predominante de la época. Al ser estas instituciones las que hacían posible la creación de nuevas obras por medio de encargos, se les delegó la decisión de escoger qué era arte y qué no en ese momento.

Puede que hoy en día no logremos comprender estás actitudes, ya que la idea de lo qué es artístico, es mucho más abierta y flexible, debido al conocimiento de multitud de estilos de diferentes épocas y marco geográfico, pero lo cierto es que, si las instituciones artísticas no aceptan algo como artístico, esto no será aceptado de forma generalizada. Aquí es donde entraría en juego la definición subjetiva y personal explicada anteriormente, en la que si una persona encuentra inspirador este objeto sí será artístico, pero únicamente a nivel individual y personal.

 

Si tenemos esto en cuenta, partiendo de la teoría del arte institucional, nos será mucho más fácil entender el rol del artista. Aunque también abordaré la idea del arte cómo algo individual y subjetivo.

Otro aspecto a tener en cuenta es a qué llamamos artista. ¿Podríamos decir que artista es aquella persona que genera de alguna manera contenido artístico?, o ¿acaso es solo artista la persona que se dedica de forma profesional a esta producción? Este es otro gran interrogante que nos puede entorpecer en gran medida el avance para la comprensión del mundo del arte y de cómo aparece un artista en el mundo, pero también se trata de una oportunidad para crear una base sólida en el conocimiento general de este campo y nos hará comprender mejor la naturaleza de cada uno de los elementos que lo componen. Partiendo de las dos preguntas anteriores vamos a tomar dos vertientes, en la línea del arte como algo subjetivo personal y del arte institucionalizado. En este sentido más personal y amplio, un individuo puede tener ciertas inquietudes artísticas y generar multitud de contenido artístico, se puede escribir poesía o canciones, dibujar y pintar, modelar o tallar o cualquier otra actividad con potencial expresivo. Si seguimos este hilo podremos llegar fácilmente a la conclusión de que toda persona es en potencia un artista y lo único que hay que hacer es dar el paso de crear y seguir ese camino. Esta idea está muy en la línea del arte individual, que depende de la intencionalidad del autor a la hora de la creación, las cualidades del objeto protagonista y de la mirada subjetiva del espectador. Aquí veríamos una conversación muy personal y directa del artista como emisor y el público como receptor, y si ambos sintonizan y comparten la opinión de que el objeto es una obra de arte, este cuerpo artístico llega a cumplir su función. Incluso podríamos pensar en la persona que realiza estas creaciones, pero no las comparte, la genera por el único placer de llevarlas a cabo con una mirada íntima e introspectiva y no siente la necesidad de exponer el resultado. De acuerdo con esta concepción esto también es arte y por consiguiente la persona que lo realiza es un artista.

Por el otro lado tenemos la idea del arte aceptado por la sociedad en general y más en esta línea, aunque no siendo exclusivo, el artista que se dedica a la creación artística al menos como parte de su actividad profesional. La persona que funciona de esta manera necesita generar un flujo más o menos constante de contenido artístico para asegurarse el sustento.

 

 

Otro factor extremadamente importante sobre los artistas que debemos tener en cuenta es que son hijos de su tiempo, no podemos olvidar que se trata de personas que viven en un determinado contexto social, económico, político y personal que tiene mucha importancia en la forma de expresarse y los temas que abordan. Esto es muy evidente al pensar en la diferencia a simple vista del arte de diferentes lugares y momentos históricos, así como el arte rupestre se diferencia del arte de la Europa medieval y este a su vez del arte del Japón feudal y todos estos son completamente diferentes a una obra de arte moderno. ¿A qué se debe esto? Pues es algo derivado de que cada persona obra en base a su educación, que puede variar mucho dependiendo de donde se haya criado y con qué valores, y de los estímulos que vaya recibiendo a lo largo de su vida. Digamos que la educación te da un estilo y las vivencias un discurso.

 

Existe un gran problema en nuestra sociedad relacionado con la concepción del artista y su obra, y es que, como explica Vera Zolberg en “¿los artistas nacen o se hacen?”, hay una tendencia muy común a mitificar de alguna manera la capacidad de creación del artista gracias a la cual pueden hacer obras de arte. Esto, desde mi punto de vista es un tremendo y enorme error, que no hace sino alejar a las personas del arte, del artista y de la obra artística, e incluso le quita merito a la persona que lleva a cabo la creación y concepción de una obra determinada. De esta manera se le resta importancia también a todo el proceso de aprendizaje y toda la experiencia que pueda tener un artista y que supone una parte esencial del buen acabado de cada trabajo. Cierto es que la “buena mano” o que, desde un primer momento a una persona se le dé bien una u otra disciplina, son parte muy importante para comenzar en el camino de la creación artística. Pero un artista no es solo eso. Las obras de arte muestran una evolución y un aprendizaje a lo largo de la carrera de un artista e incluso en una gran mayoría de los casos hay un aprendizaje previo a dicha carrera. Dicho de otra manera, si en nuestra casa tenemos un problema eléctrico o de fontanería y llamamos a un especialista para poder solucionarlo, damos por supuesto que esta persona se ha tenido que formar sobre ese tema, sabemos que no ha nacido con la capacidad de realizar esta tarea a la perfección ni relacionamos el buen hacer de este trabajador a una energía mística que le permite cumplir con su cometido profesional. Sin embargo, con los artistas si se tiende a hacer esto y se acaba cayendo en la opinión generalizada de que no todo el mundo vale para eso y solo lo pueden alcanzar algunos iluminados. ¿Acaso si una persona nos dice que quiere estudiar medicina le respondemos con que si no se te da bien de antemano este campo mejor se dedique a otra cosa? Ahora sabemos que cada persona tiene unas capacidades físicas y mentales con un equilibrio que puede mostrar mayor facilidad en una serie de disciplinas y menor en otras, pero no por ello le resulta imposible conocer y profundizar en estas últimas.

 

Teniendo todo lo explicado anteriormente en cuenta, podemos empezar a hablar de la naturaleza del artista, de la manera en la que “nacen” los artistas. Como he mencionado hace poco los etiquetados como tal, son personas, con una vida y una historia, un contexto y una opinión personal. Como cualquier persona un artista tiene unas pasiones y la vida le lleva por unos caminos que le hacen diferenciarse del resto de personas del mundo. La primera cualidad que hace falta para que una persona pueda ser denominada artista es la de desarrollar cierta inquietud artística o creadora que incite a la persona a tomar elementos de su entorno y transformarlos de alguna manera para cambiar, exagerar o minimizar su significado.  Esto es el primer paso que lleva a una persona a crear algo potencialmente artístico. A partir de aquí veremos que se puede desarrollar un interés por la creación, lo que llevará al estudio de otras personas que también lo hagan y los resultados de sus obras, también a raíz de la inquietud creativa se llega a una etapa, que puede ser pasajera o no, de exploración, investigación y experimentación de la creación en la que se conocen materiales, técnicas y modos de trabajar que den lugar a multitud de resultados finales. Mediante esta exploración se adquiere una experiencia y se desarrolla un lenguaje y un estilo concretos que pueden caracterizar a este artista.

 

En base a todo lo expuesto anteriormente es fácil entender el porqué de la polémica sobre la cuestión de si los artistas nacen o se hacen, pero precisamente gracias a todo lo aquí abordado resulta algo más fácil entender la naturaleza de esta cuestión. Los artistas son personas de carne y hueso, con un interés por crear y comunicar algo especial, pero esto no significa que la capacidad de la creación artística sea algo inalcanzable para otras personas. El artista nace en el sentido de que, si una persona crece sin una inquietud por crear y jugar con el significado y el potencial expresivo de todos los elementos que nos rodean, difícilmente podrá acabar siendo artista. De forma que es necesaria esa cualidad, aunque podría ser que alguien a lo largo de su vida sienta esta necesidad en momentos muy concretos y aislados, lo que no niega su potencial. Pero también es muy importante el factor de “hacer” al artista en el sentido de que conduzca su mente y su técnica, que explore y crezca, en definitiva, que cultive esa faceta.

 

En conclusión, llegamos a la idea de que, como infinidad de conceptos de nuestras vidas, esta controversia trata de polarizar y separar dos elementos que forman parte de la idea con la que se les vincula. Un artista nace y se hace, se nace con una chispa, un potencial creador y a lo largo de la vida se pueden ir aumentando y trabajando estas cuestiones de manera que lleven finalmente a poder considerarse artista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

Campàs. Joan (2021). Curs: Introducció a a Història de l’art. 1. Per què un objecte es pot considerar obra d’art. Barcelona. (Consulta noviembre 2021)

https://www.youtube.com/watch?v=9spYFuyVGTE

 

Zolberg.  Vera. «Fragment de: Los artistas nacen o se hacen». En: Sociología de las artes. Madrid: Fundación autor. p. 149-161. ISBN 8480484713